🚨¡NUNCA LO HAGAS!
En momentos de profundo dolor, como la pérdida de un ser querido, muchas personas sienten la necesidad de despedirse con un último gesto de amor: un beso. Ya sea en la frente, en la mejilla o en las manos, besar a un fallecido suele parecer un acto de cariño, respeto o consuelo. Sin embargo, aunque este impulso es completamente humano y comprensible, los expertos advierten que no es una práctica recomendada, y existen diversas razones que lo explican.
En primer lugar, está la cuestión sanitaria. Aunque un cuerpo ya sin vida no respira ni se mueve, puede albergar microorganismos que continúan activos durante algún tiempo después del fallecimiento. Estos virus o bacterias, dependiendo de la causa de muerte, pueden aún representar un riesgo, especialmente si el contacto es directo con mucosas, como los labios. En algunos casos, como muertes relacionadas con enfermedades infecciosas, el peligro se incrementa notablemente.
Incluso cuando la persona no haya muerto por una causa contagiosa, el cuerpo humano atraviesa ciertos procesos naturales tras el deceso. La descomposición celular comienza rápidamente, y aunque no es visible de inmediato, la liberación de fluidos, gases y toxinas forma parte del proceso. Esta transformación, inevitable y biológica, hace que el contacto con ciertas partes del cuerpo sin protección no sea lo más higiénico ni seguro.
Otro factor importante es el uso de productos químicos durante la preparación del cuerpo. En funerarias o velatorios, los fallecidos son tratados con sustancias conservantes y desinfectantes —como el formol— para retardar la descomposición y mantener una apariencia digna para la despedida. Estos productos pueden ser tóxicos al contacto con la piel o los labios, especialmente si se trata de un beso prolongado o muy cercano a áreas tratadas.
Desde el punto de vista emocional, besar a un ser querido fallecido puede generar una falsa sensación de cierre. Muchas veces, en el afán de “dar el último adiós”, las personas buscan un gesto físico que les proporcione consuelo inmediato, pero esto también puede profundizar el dolor en lugar de aliviarlo. La imagen del cuerpo sin vida puede quedar fijada en la memoria de forma dolorosa, interfiriendo con el recuerdo amoroso de la persona en vida.
También es necesario tener en cuenta a los niños y adolescentes que pueden estar presentes. Ver o imitar este tipo de acciones sin comprender todos los aspectos emocionales o sanitarios puede generar confusión o angustia. Por eso, los especialistas recomiendan ofrecer otras formas simbólicas de despedida, como cartas, oraciones, rituales familiares o momentos de silencio, que permitan honrar al ser querido sin necesidad de contacto físico.
En muchos casos, los rituales culturales y religiosos ofrecen espacios de contención y despedida adecuados, donde el afecto puede expresarse sin comprometer la salud o el bienestar emocional. Respetar el duelo no significa aferrarse al cuerpo, sino aprender a dejar ir con amor y dignidad.
El deseo de besar por última vez a alguien a quien se amó profundamente es entendible. Pero frente al riesgo biológico, los efectos químicos y el impacto psicológico, es importante pensar dos veces antes de hacerlo. A veces, el adiós más amoroso no necesita contacto físico, sino la certeza de haber amado intensamente en vida, y de seguir recordando con el corazón lo que el cuerpo ya no puede contener.
