El inquietante silencio de las ballenas azules: algo grave está pasando en los océanos.
Los científicos no pueden creer lo que detectaron… y la explicación podría cambiarlo todo. Te contamos por qué este silencio activó todas las alarmas 👇
Durante generaciones, los mares del planeta han resonado con los profundos llamados de las ballenas azules, sonidos que pueden viajar cientos de kilómetros bajo el agua y que forman parte esencial de su comunicación y supervivencia. Sin embargo, en los últimos años, científicos de distintas regiones del mundo han advertido un fenómeno inquietante: estos gigantes marinos están vocalizando menos, un cambio que podría estar mostrando de manera temprana el deterioro del equilibrio oceánico.

Esta reducción en sus cantos no es casual. Estudios recientes relacionan este declive con el cambio climático, las olas de calor marinas y la creciente contaminación acústica provocada por la actividad humana. En conjunto, estos factores afectan directamente a la alimentación, reproducción y comportamiento de las ballenas, comprometiendo su bienestar y el de todo el ecosistema al que pertenecen.
Un ejemplo claro proviene del trabajo de un grupo de científicos que monitorea desde hace más de seis años los sonidos del océano en un punto del Pacífico frente a la costa de California. Para ello utilizan hidrófonos instalados a profundidades cercanas a los 3.000 pies, capaces de captar cada llamada y cada variación acústica en la zona. Estos registros se han convertido en una herramienta clave para entender cómo responden las ballenas a los cambios del entorno, y el panorama que revelan es preocupante.

En 2015, mientras comenzaba uno de estos monitoreos, tuvo lugar un fenómeno conocido como The Blob, una enorme masa de agua cálida que alteró drásticamente la vida marina. Este evento redujo de manera significativa la presencia de kril, el alimento fundamental para ballenas azules y rorcuales comunes. A diferencia de otras especies que cuentan con dietas más amplias, estas dependen casi por completo de estos pequeños crustáceos. La consecuencia fue rápida y evidente: las vocalizaciones de las ballenas azules disminuyeron en torno a un 40%, un cambio asociado a la falta de energía derivada de la escasez de alimento.

El efecto de este calentamiento no se limitó a disminuir las poblaciones de kril. También alteró el comportamiento de estos organismos. El debilitamiento del proceso de afloramiento, que normalmente concentra nutrientes cerca de la superficie, provocó que las masas de kril se dispersaran y resultara más difícil para las ballenas encontrarlas. Tal como explicó John Ryan, oceanógrafo biológico del Monterey Bay Aquarium Research Institute, “es como tratar de cantar cuando estás hambriento”, una metáfora que resume la relación directa entre el estado físico de estos animales y su capacidad de emitir cantos potentes y frecuentes.

El origen de The Blob se remonta a 2013, cuando un parche de agua inusualmente cálida apareció en el Golfo de Alaska. Con el tiempo, esta anomalía creció hasta alcanzar más de 2.000 millas del Pacífico, elevando la temperatura del mar hasta 4,5 °F por encima del promedio. Investigaciones posteriores confirmaron que eventos de este tipo se están haciendo más comunes y prolongados, impulsados por el calentamiento global. Las olas de calor marinas actuales son, en promedio, un grado más cálidas y tres veces más extensas que hace ocho décadas, un dato que preocupa especialmente en especies longevas como las ballenas, cuya respuesta a los cambios ambientales puede tardar años en manifestarse.
Este silenciamiento no es exclusivo de California. En Nueva Zelanda, entre 2016 y 2018, investigadores registraron una disminución notable en las llamadas asociadas con la alimentación, conocidas como “llamadas D”, así como un descenso en la intensidad de los cantos de apareamiento después de temporadas especialmente cálidas. Según la ecóloga marina Dawn Barlow, de la Universidad Estatal de Oregón, cuando hay menos alimento disponible, las ballenas reducen el esfuerzo destinado a la reproducción, un equilibrio natural que se vuelve preocupante si la escasez se prolonga.
Los especialistas consideran que las ballenas actúan como verdaderos centinelas del océano. Sus cambios de comportamiento, especialmente los relacionados con el sonido, funcionan como indicadores tempranos de alteraciones profundas en la cadena trófica. El progresivo silencio de estos animales advierte que algo está fallando en los sistemas que sostienen la vida marina.
El sonido es una herramienta esencial para comprender el estado del océano, pero aún no existe un registro claro de cómo sería el paisaje acústico de un mar sin intervención humana. Durante la pandemia de COVID-19, cuando disminuyó el tráfico marítimo, se observó un descenso notable del ruido submarino y un comportamiento diferente en diversas especies, lo que permitió vislumbrar cómo reaccionan los animales ante un entorno menos perturbado.
La combinación de contaminación acústica, olas de calor y sobreexplotación pesquera está creando un ambiente cada vez más desafiante para las ballenas. Por eso, los científicos insisten en ampliar las redes de monitoreo y aprovechar los hidrófonos para detectar variaciones en tiempo real, anticipar crisis alimentarias y diseñar medidas de conservación más efectivas.
De repetirse eventos extremos con mayor frecuencia, los expertos advierten que podríamos acercarnos a puntos de no retorno en el equilibrio del océano. Un mar que pierde su sonido natural no es solo un problema para las ballenas: afecta la capacidad del agua para absorber carbono, pone en riesgo pesquerías y altera la estabilidad de toda la vida marina.
El silencio creciente de las ballenas azules es un mensaje claro sobre la urgencia de proteger los océanos. Comprender y analizar sus cantos no solo nos permite interpretar cómo cambian estos ecosistemas, sino que también es clave para preservar su salud en un planeta que se vuelve cada vez más cálido y ruidoso.
