Cuando te sale un “Ojo de Pescado” no es un callo común, este crea raíces y te… Ver Más…
Aunque muchas personas utilizan el término “ojo de pescado” para referirse a cualquier dureza en el pie, lo cierto es que esta lesión tiene un origen muy distinto al de un callo común. A simple vista pueden parecer similares, ya que ambos se manifiestan como áreas endurecidas en la piel, pero detrás del ojo de pescado existe una condición más compleja que requiere atención adecuada y, sobre todo, un manejo profesional.
El llamado ojo de pescado no es otra cosa que una verruga plantar, una lesión que aparece en la planta del pie y que está relacionada con un virus que afecta específicamente la superficie de la piel. Estas verrugas suelen presentarse como formaciones pequeñas, firmes y sensibles al caminar, sobre todo cuando incorporan puntos oscuros en su interior, un rasgo que suele generar confusión respecto a su naturaleza.
Existe la idea popular de que estas verrugas desarrollan “raíces” o “espinas”, pero esta creencia no corresponde a la realidad. Lo que suele verse en el centro, y que recuerda a la forma de un ojo, responde a dos elementos principales: pequeños vasos sanguíneos que pueden tornarse visibles como diminutos puntos oscuros, y cambios en la piel derivados de la fricción constante y la presión que soportan los pies al caminar. No hay estructuras profundas que se extiendan hacia adentro, como muchas veces se piensa.
Por esta razón, no es recomendable intentar retirar, raspar o manipular estas lesiones en casa. Las verrugas plantares tienden a crecer hacia el interior debido al peso natural del cuerpo, lo que provoca que la presión del día a día comprima los tejidos más profundos. Esa combinación explica por qué pueden resultar tan molestas y por qué caminar llega a sentirse incómodo, como si hubiera un objeto extraño bajo la piel.
Este tipo de verrugas aparece cuando el virus entra en contacto con microfisuras de la piel, un proceso que se facilita en entornos húmedos o donde muchas personas caminan descalzas. Por ello, es más frecuente adquirirlas en lugares como duchas públicas, piscinas, vestuarios o a través del contacto directo con objetos como toallas, calcetines o calzado utilizados por alguien que porta la lesión. Es fundamental aclarar que su presencia no tiene relación con la falta de higiene; se trata de una infección cutánea que cualquiera puede contraer.
Una vez que aparece, intentar manipularla sin supervisión profesional puede generar diversas complicaciones. Acciones como cortar o limar la superficie de la verruga pueden irritar aún más la zona, aumentar las molestias y favorecer la persistencia de la lesión. Además, la piel del pie es particularmente sensible a la presión y al roce, por lo que cualquier intervención casera puede terminar causando más problemas que soluciones.
El tratamiento adecuado para el ojo de pescado suele requerir la intervención de un especialista. Los profesionales utilizan métodos seguros y controlados para eliminar la verruga, entre los cuales se encuentran la aplicación de sustancias queratolíticas, tratamientos basados en frío, o técnicas de luz y láser, diseñadas específicamente para trabajar sobre este tipo de lesiones sin dañar la piel circundante.
Es importante recordar que este tipo de información tiene un propósito orientativo y no reemplaza la evaluación de un dermatólogo o podólogo. Si notas que la lesión aumenta de tamaño, incrementa el dolor, cambia de color o comienza a dificultar la marcha, lo más adecuado es buscar atención profesional. Solo un experto puede ofrecer un diagnóstico certero y un tratamiento seguro para evitar complicaciones y asegurar una recuperación adecuada.
