No se te ocurra hacerlo 💔
Durante generaciones, la caída de los dientes de leche ha estado rodeada de rituales entrañables. Muchos padres los guardan como recuerdo, otros los descartan sin pensarlo o los intercambian por una moneda bajo la clásica tradición del ratoncito Pérez. Sin embargo, en los últimos años, la ciencia ha comenzado a mirar estas pequeñas piezas dentales con otros ojos. Lo que antes parecía un simple vestigio de la infancia hoy es considerado por investigadores y profesionales de la salud como un recurso de enorme valor para el futuro.
Diversos estudios científicos han demostrado que los dientes temporales albergan una fuente especialmente rica de células madre. Estas células, conocidas por su capacidad de transformarse en distintos tipos de tejidos, son uno de los pilares de la medicina regenerativa. A diferencia de otras células, las que se encuentran en la pulpa dental tienen una ventaja clave: pertenecen al propio organismo, por lo que el riesgo de rechazo en eventuales tratamientos sería mínimo. Este hallazgo ha cambiado por completo la percepción sobre algo que hasta hace poco se consideraba prescindible.
Investigaciones desarrolladas por instituciones científicas de referencia en Estados Unidos confirmaron que la pulpa de los dientes de leche contiene células con un alto potencial terapéutico. Estas pueden participar en la regeneración de huesos, ligamentos, e incluso en estudios vinculados al corazón o al hígado. Aunque muchas de estas aplicaciones aún se encuentran en fase experimental, los resultados preliminares han despertado un creciente interés en el ámbito médico y científico.
A partir de estos avances, comenzó a expandirse una iniciativa que resume la nueva mirada sobre el tema bajo un lema contundente: «Guarda un diente, salva una vida». En países como Estados Unidos, surgieron bancos especializados en dientes de leche, donde las familias pueden conservar las piezas dentales de sus hijos bajo condiciones controladas. Esta práctica, que al principio parecía futurista, poco a poco empezó a replicarse en otras regiones del mundo.
En España, sin embargo, el conocimiento sobre esta posibilidad todavía es limitado. Profesionales del ámbito odontológico coinciden en que se trata de una alternativa poco difundida entre la población general. Aun así, algunas clínicas ya ofrecen servicios de conservación de la pulpa dental, la parte interna del diente donde se concentran las células madre. Para muchos especialistas, se trata de una inversión a largo plazo, pensada no para resolver problemas inmediatos, sino para abrir una puerta a futuros tratamientos médicos.
El doctor Antonio Montero, presidente del Colegio de Odontólogos de Madrid, ha señalado que esta práctica representa claramente «una apuesta de futuro». No obstante, también advierte que no es accesible para todos los bolsillos. Los costos de conservación pueden variar considerablemente, con valores que oscilan entre los 600 y los 2.500 euros anuales, dependiendo del servicio y de las condiciones de almacenamiento. A pesar de ello, el interés crece de manera constante, impulsado por el avance de la ciencia y la búsqueda de soluciones médicas más personalizadas.
Más allá de su potencial terapéutico, los dientes de leche también despiertan un notable interés en otros campos del conocimiento. Investigadores dedicados a la evolución humana y la antropología consideran estas piezas como auténticos archivos biológicos. Desde 2014, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, con sede en Burgos, ha reunido miles de dientes infantiles procedentes de distintas regiones de España. El objetivo es analizar patrones de crecimiento, enfermedades dentales y rasgos evolutivos presentes en las poblaciones actuales.
Universidades y asociaciones científicas trabajan además en proyectos que buscan estudiar el dismorfismo sexual, la estructura de la dentina y otros aspectos morfológicos que pueden resultar útiles tanto para la investigación evolutiva como para el ámbito forense. Estos estudios demuestran que el valor de los dientes de leche va mucho más allá de la odontología infantil.
Aun así, los expertos son claros al marcar límites. Nadie debería pensar que hoy es posible curar enfermedades complejas únicamente a partir de las células de un diente. Como explica Montero, una cosa es conocer el potencial de estas células y otra muy distinta es poder aplicarlo de manera generalizada. El camino científico es prometedor, pero todavía requiere tiempo, investigación y desarrollo.
Por ahora, lo que sí puede afirmarse con certeza es que la pulpa de un diente de leche representa una reserva biológica con enormes posibilidades. Conservarla no garantiza una cura, pero sí constituye una inversión en salud y conocimiento que podría marcar la diferencia en el futuro.

